27.2.06
23.2.06
Buenos Aires, los Trasplantados
Te deshidrataste el primer día. Comprendimos que tu suplemento alimenticio sería una buena dosis diaria de Gatorade.
El viaje, la estadía, fueron intensos.
Juntos los tres, aprendiendo a tratarnos, a reconocernos bajo ese sol infernal.
Caminando por largas horas, descansando a intervalos cortos, y retomando la marcha ansiosa entre librerías, cafés, elefantes y tus queridos gatos del Botánico.
Te rebelaste a ratos. Nosotros también.
Nos acompañamos. Y volvimos a mirarnos. Los tres.
Guardo los mejores momentos, tu asombro ante los animales, tu descanso merecido en la cama del hotel, tu papá contigo en un baño de espumas; tú mostrándole a los gatos tu foto sobre un caballo: "éste, papá... éste, mamá... éste, Iene..."; tu sonrisa satisfecha, al mirarnos, acostados a cada lado tuyo.
Llegaste alegre. Corrías de un rincón a otro del departamento, enérgica.Ávida por contarle a todos tus descubrimientos.
Te hablo del jardín, y me dices "no".
Sólo quieres saber de Pumas y Chitas.
Juntos los tres, aprendiendo a tratarnos, a reconocernos bajo ese sol infernal.
Caminando por largas horas, descansando a intervalos cortos, y retomando la marcha ansiosa entre librerías, cafés, elefantes y tus queridos gatos del Botánico.
Te rebelaste a ratos. Nosotros también.
Nos acompañamos. Y volvimos a mirarnos. Los tres.
Guardo los mejores momentos, tu asombro ante los animales, tu descanso merecido en la cama del hotel, tu papá contigo en un baño de espumas; tú mostrándole a los gatos tu foto sobre un caballo: "éste, papá... éste, mamá... éste, Iene..."; tu sonrisa satisfecha, al mirarnos, acostados a cada lado tuyo.
Llegaste alegre. Corrías de un rincón a otro del departamento, enérgica.Ávida por contarle a todos tus descubrimientos.
Te hablo del jardín, y me dices "no".
Sólo quieres saber de Pumas y Chitas.
15.2.06
El derecho gatuno
Siempre tuvimos uno, entre conejos, erizos de tierra, pájaros y ratones.
A mis cinco años llegó el primero de nuestra larga lista felina: Sefirín.
Recuerdo mis manos siempre con arañazos, no me importaban si se trataba de jugar con el gato.
Luego vino el Buraco, en honor al juego de cartas brasileiro, que vivió unos meses solamente, seguido de la Pantera, negra, indomable, y poco dada a los afectos. Para calmar sus celos escandalosos y asegurar nuestra permanencia en el edificio, le llevamos al Fan, un gato guatón como Garfield, huésped del casino de mi colegio, que ronroneaba apenas lo tocábamos y que engullía lo que se le pusiera en el plato. Cuando vio a la Pantera entró en un pánico feroz, intentando trepar por las paredes, llorando por noches enteras. Nunca se entendieron, y después de un año, comprendimos que el destino de la Pantera era más misántropo que comunitario.
La dejamos en un bosque y devolvimos al Fan al casino y a sus platazos de tallarines.
Al poco tiempo llegó la Katia, regalo de la enamorada rusa de tu tío Toché. De ahí su nombre. La Katia fue destetada antes de tiempo, por lo que necesitaba siempre acurrucarse junto a un chaleco de lana, y chuparlo como si fuera una teta.
Se quedó con nosotros hasta que volvimos a Chile.
Se quedó con Mejdjouda.
No quise volver a tener más gatos acá.
Pasamos 5 años sin reincidir. Hasta que un día, como la mayoría de las veces, mi papá llegó a casa con una gatita. Le pusimos Yuma, por su lado salvaje y arisco, y para rematar el asunto, al año llegó la Sefa a acompañarla.
Hace diez años murió la Yuma.
Hace un año murió la Sefa.
Los gatos dejan los sillones y alfombras llenos de pelos y meados.
A veces rechazan tus juegos estúpidos y parecieran juzgarte inquisitoriamente con miradas gélidas, forzándote a una retirada humillante cuando quieren estar solos.
El iris de sus ojos varía según su ánimo y luz del día, desde el fino hilo hasta el gran cículo negro que les permite mirar de noche y cazar. Son divertidos y tontos graves.
Son bellos. Son intuitivos y saben acercarse cuando todo va mal.
Son compañeros de lecturas, de tardes de tele, miran contigo por la ventana.
Hay mucho de gatuno en tí Irene, en tu silencio prolongado y sigiloso juego. En tu fobia al agua, y la curiosidad por saber cómo meterte en una caja de cartón.
Te veo sentada en la terraza, mirando por la ventana, con un gato en tus brazos.
Se viene tu cumpleaños, debo convencer a tu padre.
A mis cinco años llegó el primero de nuestra larga lista felina: Sefirín.
Recuerdo mis manos siempre con arañazos, no me importaban si se trataba de jugar con el gato.
Luego vino el Buraco, en honor al juego de cartas brasileiro, que vivió unos meses solamente, seguido de la Pantera, negra, indomable, y poco dada a los afectos. Para calmar sus celos escandalosos y asegurar nuestra permanencia en el edificio, le llevamos al Fan, un gato guatón como Garfield, huésped del casino de mi colegio, que ronroneaba apenas lo tocábamos y que engullía lo que se le pusiera en el plato. Cuando vio a la Pantera entró en un pánico feroz, intentando trepar por las paredes, llorando por noches enteras. Nunca se entendieron, y después de un año, comprendimos que el destino de la Pantera era más misántropo que comunitario.
La dejamos en un bosque y devolvimos al Fan al casino y a sus platazos de tallarines.
Al poco tiempo llegó la Katia, regalo de la enamorada rusa de tu tío Toché. De ahí su nombre. La Katia fue destetada antes de tiempo, por lo que necesitaba siempre acurrucarse junto a un chaleco de lana, y chuparlo como si fuera una teta.
Se quedó con nosotros hasta que volvimos a Chile.
Se quedó con Mejdjouda.
No quise volver a tener más gatos acá.
Pasamos 5 años sin reincidir. Hasta que un día, como la mayoría de las veces, mi papá llegó a casa con una gatita. Le pusimos Yuma, por su lado salvaje y arisco, y para rematar el asunto, al año llegó la Sefa a acompañarla.
Hace diez años murió la Yuma.
Hace un año murió la Sefa.
Los gatos dejan los sillones y alfombras llenos de pelos y meados.
A veces rechazan tus juegos estúpidos y parecieran juzgarte inquisitoriamente con miradas gélidas, forzándote a una retirada humillante cuando quieren estar solos.
El iris de sus ojos varía según su ánimo y luz del día, desde el fino hilo hasta el gran cículo negro que les permite mirar de noche y cazar. Son divertidos y tontos graves.
Son bellos. Son intuitivos y saben acercarse cuando todo va mal.
Son compañeros de lecturas, de tardes de tele, miran contigo por la ventana.
Hay mucho de gatuno en tí Irene, en tu silencio prolongado y sigiloso juego. En tu fobia al agua, y la curiosidad por saber cómo meterte en una caja de cartón.
Te veo sentada en la terraza, mirando por la ventana, con un gato en tus brazos.
Se viene tu cumpleaños, debo convencer a tu padre.
7.2.06
Hiver, Pluviose, Laurier Thym
Trabajando de nuevo, proyectos locos, corriendo de un lado para otro.
Nos hacemos nuestros espacios, nos cedemos la ternura, empezamos a confesarnos, nos contamos el día.
La Katty de vacaciones, te cuida su madre, te entregas con pausas, pero tranquila, intuyes las semejanzas.
Desempolvo libros a diario, escudriño en bibliotecas ajenas, Napoleón y sus generales, Memorias del Conde de Ségur, ¿Será algo de la condesa escritora? coincidencias y regresiones.
L'école des Loisirs, Le petit Nicolás, Le Club des cinq, Le clan des sept, La Comtesse de Ségur, Pif et Hercules, Phantomas, Gargantua et Pantagruel, La chèvre de M. Seguin, les Lettres de mon Moulin...Asterix!
No hay nada como Le Petit Nicolás ¿Existirá en español?
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