21.11.07

La Famiglia

Hace un par de meses recibí un llamado de mi tía Carlota, preguntando qué pasaba con mis posts, que desde mi "dedicatoria" a Pinochet, no había vuelto a escribir. Mi tía Carlota es la hermana mayor de mi papá, y prometí que la próxima vez que ingresara a este blog, le dedicaría un post.
"Habla de la familia, cuenta sobre los tatas, de tu abuela naturista, de tu bisabuelo escritor, de tus tatarabuelos generales, de tu tío bisabuelo pintor cuyos cuadros fueron expuestos en el Musée D'Orsay, de la calle Ejército y del porqué de su nombre; cuenta de mi Naná, de la bisabuela Hortensia, del origen bastardo de nuestra nariz, del poema de Neruda dedicado a tu abuela..." Quiso, en fin, pedirme el relato oficial de mi familia, la historia llena de anécdotas hilarantes, de las cataplasmas de barro que mi abuela imponía ante cualquier enfermedad, de los baños de aire que esta vieja loca obligaba a sus hijos, haciéndolos correr en pelotas a las siete de la mañana por el patio de la casa. De cómo un día de exilio en París, 20 años después, un ex vecino chileno de mi tía Carmen la reconoció como una de los miembros de "la casa de los piluchos". Todas esas historias, incluyendo los viajes en taxi de mi abuela desde Santiago al Casino de Viña del Mar, te las iré contando y escribiendo, Irene mía.


Los "mitos historias" de cada familia, nos llenan, nos cargan de identidad, a pesar de la hiperbolización transmitida de boca en boca. Como esa maravillosa película de Tim Burton "El gran Pez", que llega a relativizar tanto el mito como la realidad, y en que solo queda una gran verdad: el amor reciproco entre un hijo incrédulo y un padre moribundo.

Y creo que ese amor por esta gran y loca familia existe, entre Iquique y Paris, pasando por Barcelona y Lo Cañas, Argel y Carlos Antúnez. Y es por eso que me atreví a responderle a mi tía Carlota que todo retrato de familia tiene una contraparte, una contrarelato, lo no contado, lo omitido, lo negado hasta la tumba. Ese es el gran desafío que, sin quererlo, me ha obligado la Carlota.


Y solo puedo empezar este relato de familia desde un núcleo vital: mi Aya, la mama de mi papá y mis tíos. Edita Gavilán nació el 2 de octubre de 1921, cerca de Cauquenes. A los tres años, su madre, que no podía alimentar a tantos hijos la mandó a criar a la casa de unos tíos. A los trece años, su madre, que ya vivía en Santiago trabajando en una casa particular, le consiguió su primer trabajo de nana en la casa de unos primos de mis abuelos. Tres años después llegó a la casa de los García Gatica, mis abuelos recién casados. Ella tenía 16 años.



Mi Aya fue recibiendo en sus brazos a los cuatro hijos que nacieron en esa casa. Los cuidó, los crió, los educó, los quiso. Mi Aya nunca se casó, y nunca me he atrevido a preguntarle por algún amor de hombre en su vida de absoluto desapego. Mi Aya cuidó a mis primos mientras sus padres no podían volver al país. Cuidó a Diego y a Ricardo, antes de irse a Francia. Cuidó a Andrés antes de partir a Alemania. Mi Aya aguantó 5 años de ausencia de mis abuelos, que se fueron a ver a sus hijos en el exilio. Mi Aya nos recibió cada día con una taza de té y pan con palta a la vuelta del colegio. Si nos quedábamos a dormir en su casa, cada mañana nos esperaba un platazo de avena con frutas en la mesa. Se quedó junto a nosotros cuando murieron mis abuelos, y recibió, acogió, nuevas generaciones de hijos y nietos en Carlos Antúnez.
Hace dos meses, mi Aya tuvo un pequeño accidente vascular, el que a sus 86 años pudo superar sin mayores secuelas. Hace dos meses comprendí que mi Aya es el centro de esta familia.


Mi Aya es mi abuela.


Cotita, este post es para ti...

4.11.07

Casi un año


Desde la muerte de Pinocho, desde el silencio y la búsqueda de sentido para este blog.
Escribo a Irene, me escribo a mi, a Cristián. A todos los que dejan, han dejado huellas. A mis amigos, a mis comadres, a mis hermanos y padres.
Irene, se están acabando tus primeros 3 años, y lamento no haberme sentado a mirarte a través de este blog. Estás grande, sensible, justa y honesta. Quieres aprender a escribir, te gusta bailar, vas a clases de ballet, con malla y tutú rosas. Tienes una perra: la Pancha; tu adoración, a quien privilegias ante la posibilidad de un hermano(a). Conoces y defiendes tu mundo, tus seres queridos, tu jardín, tu kathy.
Irene, somos parecidas y tan diferentes, tú tan Copaja, yo tan García. Y me emociona, me asusta esta idea de no tenerte como clon, me desafías a cada rato, con tus preguntas y reacciones. No termino de conocerte. Volveré, menos distraída, seguramente más locuaz.