26.7.06
19.7.06
Especies de espacios
O bien no llevar más que lo puesto, no guardar nada, vivir en un hotel y cambiar a menudo de hotel y de ciudad y de país, hablar, leer indiferentemente cuatro o cinco lenguas; no sentirse en casa en ninguna parte, pero sentirse bien casi en todos los sitios."
Leo este párrafo de Georges Perec en el metro, rumbo al trabajo. Recuerdo el titular de la Tercera de hoy: "Chile hace gesto y acepta debatir tema marítimo con Bolivia en agenda bilateral". Recuerdo más de una conversación con más de un compatriota chileno, liberales en su mayoría, críticos acérrimos de los sistemas desiguales, de las injusticias sociales: "no tenemos por qué ceder un milímetro de lo que es nuestro", "Los tratados limítrofes deben respetarse", "¿Por qué Alemania no reclama entonces su derecho sobre Alsacia y Lorena?"
Recuerdo los mapamundi editados fuera de Chile, revisados y "corregidos" por sus distribuidores nacionales para el uso de los escolares coterráneos.
Me prometo que, una vez instalada en mi escritorio, volveré a escribir en tu blog.... Sobre los límites territoriales...¡Qué temazo Irene!
Voy macerando en el camino la brillante estructura de mi nuevo post bloggero, como cuando antaño me fumaba un pito (sí negrita mía, he fumado hartos pititos. Pero eso es harina de otro costal) y lamentaba no tener un lápiz a mano para poder plasmar semejantes hallazgos intelectuales, los que de vuelta a la lucidez, como la reconversión de la carroza en zapallo, no tenían más peso que cualquier máxima de lugar común, al puro estilo de "el amor es más fuerte".
En fin, sólo alcancé a copiar el párrafo del libro, y ya me vi enfrascada en toda la pega diaria.
Terminando el día, volví a revisar los titulares del diario
"Bachelet: Con Bolivia habrá diálogo, pero se respetan los tratados".
Nuevamente, y no me interesa ahondar en argumentos tecnócratas, vuelvo a pensar en mis coterráneos liberales, en sus razones técnicas y perfectas ecuaciones matemáticas para no revisarningún tratado. Porque "la pelota es mía", porque sí. Porque el ambiguo discurso de mi presi, de abrir diálogos para abrir la llave del gas, pero sin revisar una coma de los tratados limítrofes, aviva el fuego de miles de compatriotas convencidos y adoctrinados con los mapitas corregidos con liquid paper.
Los mismos compatriotas liberales que tratan de cholos flojos a los bolivianos, que incluso dudan de sus capacidades para administrar territorio marítimo "porque han demostrado que no se la pueden", "porque son corruptos", "porque cambian de gobierno como quien cambia de camisa".
Recuerdo mi viaje a Bolivia, en el 97. De Santiago a Arica en bus clásico, con el poto cuadrado de tanto estar sentada, con la bronca hirviendo de tanto escuchar a un papá -compatriota chileno-, amenazando con charchazos a su guagua de dos años, que no paraba de llorar, en un viaje de 30 horas.
Recuerdo en cambio, un viaje en bus por los Yungas bolivianos, atrapados en el camino por un aluvión durante más de 3 días, sin poder avanzar ni retroceder, debido a lo estrecho de la ruta. No recuerdo a ningún padre exasperado por el intermitente llanto de su hijo. Y vaya que habían niños en ese bus. Y gallinas, y olores, y sudores, y meados.
No pretendo hacer ninguna apología del hermano boliviano. Fui recriminada por ser chilena, en otro bus boliviano detenido en medio de un río, mientras los pasajeros iban animando su animadversión hacia nosotros con alcohol de 90 grados.
Fuimos salvados por una anciana que finalizó su discurso de hermandades reclamando que todos debíamos ayudar al maestro (chofer) a empujar el bus, porque de lo contrario terminaríamos ahogados.
Vuelvo al párrafo de Perec, a mis compatriotas liberales, obsesionados por la casa propia, por el auto propio. Que sueñan con vacaciones acumuladas en un lindo laguito del sur, con otras familias liberales amiguis. Que sólo en caso de algún excedente pensarían en ir a otro lugar donde nadie los conozca, donde ellos deban conocer.
Sí, es bronca, porque muchos de ellos siguen siendo y serán mis amigos. Pero Perec lo expresa tan claramente, Irene mía...
Vuelvo a mi exilio y sus secuelas. A la incomodidad que me genera el estar siempre en un mismo lugar, a vivir en la misma casa por más de dos años. A no salir. A no viajar.
Quiero, aunque las deudas y el acostumbramiento nos devoren poco a poco, abrirte otras puertas. Porque no quiero que tengamos la casa propia, quiero que viajemos. Contigo al hombro por calles más sucias y llenas de olores, como dice Perec, siendo extranjera siempre "viajando y perdiendo países, perderlos todos viajando en los trenes iluminados del mundo nocturno"
Los mismos compatriotas liberales que tratan de cholos flojos a los bolivianos, que incluso dudan de sus capacidades para administrar territorio marítimo "porque han demostrado que no se la pueden", "porque son corruptos", "porque cambian de gobierno como quien cambia de camisa".
Recuerdo mi viaje a Bolivia, en el 97. De Santiago a Arica en bus clásico, con el poto cuadrado de tanto estar sentada, con la bronca hirviendo de tanto escuchar a un papá -compatriota chileno-, amenazando con charchazos a su guagua de dos años, que no paraba de llorar, en un viaje de 30 horas.
Recuerdo en cambio, un viaje en bus por los Yungas bolivianos, atrapados en el camino por un aluvión durante más de 3 días, sin poder avanzar ni retroceder, debido a lo estrecho de la ruta. No recuerdo a ningún padre exasperado por el intermitente llanto de su hijo. Y vaya que habían niños en ese bus. Y gallinas, y olores, y sudores, y meados.
No pretendo hacer ninguna apología del hermano boliviano. Fui recriminada por ser chilena, en otro bus boliviano detenido en medio de un río, mientras los pasajeros iban animando su animadversión hacia nosotros con alcohol de 90 grados.
Fuimos salvados por una anciana que finalizó su discurso de hermandades reclamando que todos debíamos ayudar al maestro (chofer) a empujar el bus, porque de lo contrario terminaríamos ahogados.
Vuelvo al párrafo de Perec, a mis compatriotas liberales, obsesionados por la casa propia, por el auto propio. Que sueñan con vacaciones acumuladas en un lindo laguito del sur, con otras familias liberales amiguis. Que sólo en caso de algún excedente pensarían en ir a otro lugar donde nadie los conozca, donde ellos deban conocer.
Sí, es bronca, porque muchos de ellos siguen siendo y serán mis amigos. Pero Perec lo expresa tan claramente, Irene mía...
Vuelvo a mi exilio y sus secuelas. A la incomodidad que me genera el estar siempre en un mismo lugar, a vivir en la misma casa por más de dos años. A no salir. A no viajar.
Quiero, aunque las deudas y el acostumbramiento nos devoren poco a poco, abrirte otras puertas. Porque no quiero que tengamos la casa propia, quiero que viajemos. Contigo al hombro por calles más sucias y llenas de olores, como dice Perec, siendo extranjera siempre "viajando y perdiendo países, perderlos todos viajando en los trenes iluminados del mundo nocturno"
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