Nuevamente insomne. Cuando vuelvo a trabajar, vuelvo a dormir poco. No tengo sueño. Me enfrasco en resolver imposibles. No llego a nada. Velo tu sueño entre cigarro y cigarro.
Hace una semana, te fracturaste un dedo del pie. Me cuesta, y no quiero imaginar el dolor que sentiste. Lloraste el primer día, y más aún con el doctor que te atendió.
Pero al día siguiente, asimilaste la cojera ante el asombro de tus padres, y ya saltas y bailas. Apoyas el pie de lado. Como si nada te molestara. Te acostumbras fácilmente a las novedades.
Contrariamente a lo que imaginábamos, el cambio a tu pieza (¡por fin!) ha sido tranquilo y sin traumas aparentes. Te gusta estar en tu cama, pedir tus libros favoritos y repetir una y otra vez tus cuentos, acomodada entre mil cojines, con un tete en la boca, y otro rozándote la nariz. Te sabes de memoria los relatos de las historias: pato está sucio, perro tiene sed, Gaby va a la cama, Nina sale a pasear, Federico no presta, y tu favorito "Federico dice No". Huelo cierta empatía perversa entre tú y ese chascón egoista y refunfuñón, cada vez que Federico dice: "¡No y no y no y no!"
Estás aprendiendo a dejar los pañales, te gusta usar calzones, aunque prefieres andar a poto pelado. Nos acampañas cada vez que vamos al baño, y pides sentarte en tu pelela, ritual que siempre acompañas solicitando un libro, o el diario. Y así nos sentamos, frente a frente, yo en el water, tú en la bacinica, cada una con su diario. Cosa chica copiona, te quedas en silencio, sentada hojeando lo que sea: el Clinic, la Nación Domingo, el Glamorama, o los folletos con los productos y precios del supermercado. Te encantan.
Llevas casi un mes de vuelta en el jardín. Celebraste tu cumpleaños con torta de cuchuflis, y te sentaste a la cebecera, feliz con tu plato de ramitas y suflitos. La ceremonia de entrega de regalos te sorprendió estresada, y al tercer compañerito que se te acercó, presente en mano, a darte un beso, le devolviste el paquete por la cabeza, generando el desconcierto total de la muchachada, ansiosa por conocer el contenido de las donaciones.
Hablas cada día más, nos sorprendes con tu cariño. Te gusta pasar el rato con nosotros en la cama y que nos rasquemos la espalda. Nos pides crema y nos haces masajes, interrumpiendo la labor para preguntarnos: "ta bien? gusta?" Nos derrites con tus "te amo", cuando cantas tus canciones favoritas: Feliz Navidad de Feliciano, y la Camisa Negra de Juanes, sin olvidar tus adorados Lazy Town. Te gusta que te contemos el día de tu nacimiento, y saber quiénes te fueron a conocer ese día, incluyendo los perros y gatos de todo el mundo.
Estás increíblemente grande y bonita, entregada al mundo y sus novedades, aprendiendo y registrando todo. Recuerdas secuencias y detalles insólitos. En cambio ayer, tu madre, cada vez más olvidadiza y volada, en vez de pagarle con un billete al taxista, le pasó un cigarrillo.
Mi hermano Toché, de chico, cuando se enojaba con mi mamá, amenazaba con no darle la mano para cruzar la calle cuando fuera vieja...
Pero al día siguiente, asimilaste la cojera ante el asombro de tus padres, y ya saltas y bailas. Apoyas el pie de lado. Como si nada te molestara. Te acostumbras fácilmente a las novedades.
Contrariamente a lo que imaginábamos, el cambio a tu pieza (¡por fin!) ha sido tranquilo y sin traumas aparentes. Te gusta estar en tu cama, pedir tus libros favoritos y repetir una y otra vez tus cuentos, acomodada entre mil cojines, con un tete en la boca, y otro rozándote la nariz. Te sabes de memoria los relatos de las historias: pato está sucio, perro tiene sed, Gaby va a la cama, Nina sale a pasear, Federico no presta, y tu favorito "Federico dice No". Huelo cierta empatía perversa entre tú y ese chascón egoista y refunfuñón, cada vez que Federico dice: "¡No y no y no y no!"
Estás aprendiendo a dejar los pañales, te gusta usar calzones, aunque prefieres andar a poto pelado. Nos acampañas cada vez que vamos al baño, y pides sentarte en tu pelela, ritual que siempre acompañas solicitando un libro, o el diario. Y así nos sentamos, frente a frente, yo en el water, tú en la bacinica, cada una con su diario. Cosa chica copiona, te quedas en silencio, sentada hojeando lo que sea: el Clinic, la Nación Domingo, el Glamorama, o los folletos con los productos y precios del supermercado. Te encantan.
Llevas casi un mes de vuelta en el jardín. Celebraste tu cumpleaños con torta de cuchuflis, y te sentaste a la cebecera, feliz con tu plato de ramitas y suflitos. La ceremonia de entrega de regalos te sorprendió estresada, y al tercer compañerito que se te acercó, presente en mano, a darte un beso, le devolviste el paquete por la cabeza, generando el desconcierto total de la muchachada, ansiosa por conocer el contenido de las donaciones.
Hablas cada día más, nos sorprendes con tu cariño. Te gusta pasar el rato con nosotros en la cama y que nos rasquemos la espalda. Nos pides crema y nos haces masajes, interrumpiendo la labor para preguntarnos: "ta bien? gusta?" Nos derrites con tus "te amo", cuando cantas tus canciones favoritas: Feliz Navidad de Feliciano, y la Camisa Negra de Juanes, sin olvidar tus adorados Lazy Town. Te gusta que te contemos el día de tu nacimiento, y saber quiénes te fueron a conocer ese día, incluyendo los perros y gatos de todo el mundo.
Estás increíblemente grande y bonita, entregada al mundo y sus novedades, aprendiendo y registrando todo. Recuerdas secuencias y detalles insólitos. En cambio ayer, tu madre, cada vez más olvidadiza y volada, en vez de pagarle con un billete al taxista, le pasó un cigarrillo.
Mi hermano Toché, de chico, cuando se enojaba con mi mamá, amenazaba con no darle la mano para cruzar la calle cuando fuera vieja...